La mayoría de la población tiene un móvil de última generación en el bolsillo. Pero Sergio Legaz es un ‘rara avis’. Este librero madrileño, que vive aquí desde hace dos años, se ha desenganchado de los ‘smartphones’. Vio cuán preocupante es la situación y decidió escribir Sal de la Máquina en el cual explica su experiencia y pone de relieve esta problemática
Revista de Ripollet: ¿Cuando ves que los ‘smartphones’ son un problema y nace la idea del libro?
Sergio Legaz: Ante todo he de decir que el libro no es ningún alegato en contra de la tecnología ni en contra de los ‘smartphones’. Pero un día que iba en metro caí en la cuenta de que me encontraba en medio de una escena apocalíptica, cuando entras en el vagón y ves a todo el mundo enganchado a la pantalla de su móvil. Hace pocos años esto no sucedía. Es una escena que si la ves en crudo resulta impactante, evoca la típica escena de distopía de ciencia ficción: «todos controlados por pantallas». Es algo muy al estilo de George Orwell o de Un mundo feliz de Aldous Huxley. Fue algo espontáneo, ese día, a diferencia de cualquier otro, no iba mirando mi móvil y al observar a mi alrededor me encontré la escena y me quedé impactado. Esto me movilizó para empezar a desintoxicarme digitalmente y a encontrar momentos de desconexión. A partir de aquí comenzó un periodo de reflexión, análisis e indagación [que se acabó extendiendo durante tres años] para desarrollar los contenidos del libro.
RdR: Cómo dejas de estar enganchado al móvil?
S.L: Lo primero que hice fue, simplemente, desactivar las notificaciones de Telegram y Whatsapp. Yo seguía consultando el móvil para ver las noticias, los mensajes, los correos… Al desactivar las notificaciones me di cuenta que aparte de las notificaciones sonoras también las hay vibratorias y lumínicas; cuando recibes un mensaje te aparece un pequeño aviso parpadeante en el borde de la pantalla que inconscientemente te hace mirar y te incita a coger el móvil. Entonces desactivé los tres tipos de notificaciones, en el libro explico cómo aunque la mayoría de usuarios seguro que sabe hacerlo. La ventaja de esto es que es uno mismo quien decide cuándo quiere consultar el móvil en lugar de estar continuamente contestando todos los mensajes que nos llegan a cada minuto. Esta continuidad al final se convierte en invasiva y acabamos respondiendo de forma automática, reaccionamos como un resorte. Si desactivamos las notificaciones podemos parar esto, tomamos el control y se reduce el tiempo que miramos aquella aplicación.
RdR: Los ‘smartphones’ son una adicción?
S.L: Son mucho más que una adicción. Ninguna adicción te acapara las 24 horas del día. Y lo más importante, ninguna adicción es capaz de afectar potencialmente a toda la población de forma completamente transversal. Por la calle puedes ver desde bebés que ya van con el móvil en su carrito hasta personas jubiladas que han aprendido a utilizarlo, pasando por toda la población restante. No importa cuál sea tu nivel de ingresos o tu ideología política, siempre estamos utilizando esta tecnología a todas horas. Esto lo diferencia de cualquier otra adicción, por eso pienso que está en otro nivel. Decir que es una adicción es un tópico que le resta importancia y hace que no nos preocupe lo suficiente. Es un fenómeno acaparador que invade nuestra conciencia.

RdR: En el fondo haces activismo. ¿Se puede revertir la situación actual?
S.L: Por supuesto, yo me he quitado el ‘smartphone’, mucha gente lo ha hecho, y hacemos vida completamente normal (trabajo, familia, relaciones…). Sigo utilizando móvil, uno de los antiguos, pero a veces utilizo el ‘smartphone’ de mi pareja y no pasa nada, lo importante es evitar que todo esto nos invada. Hay muchos pasos intermedios para desconectar: quizás no utilizar internet o desinstalar algunas aplicaciones. Cada cual puede escoger hasta qué punto quiere depender del móvil. Por supuesto que se puede. Yo vivo más tranquilo, tengo más tiempo, me concentro más, estoy más relajado… me encuentro más yo mismo, centrado en mí y con la mente más clara.
RdR: ¿Tanto nos quita el móvil?
S.L: El problema principal es que nos roba tiempo, cantidades enormes de tiempo, y lo que nos da a cambio no es algo profundo, no es nada que nos aporte algo relevante a nuestra vida. Todo son contenidos superficiales, pequeños fragmentos de información. Es una especie de catálogo infinito que miramos continuamente y en el cual buscamos un contenido detrás de otro sin cesar. Y esto nos ocupa toda la atención y a la vez nos roba todo el tiempo que podríamos emplear en otras cosas. Por ejemplo ya nadie se aburre, en cuanto te aburres rápidamente coges el móvil. Antes la gente se aburría y del aburrimiento salían cosas muy interesantes como el juego, el amor, la ciencia, la poesía, la filosofía… o simplemente compartir tiempo con la familia o amigos. Poniéndolo todo en una balanza creo que estamos entregando mucho a cambio de insulsos contenidos multimedia.
RdR: Con todo esto, ¿en qué se basa el libro?
S.L: Hice un proceso de desconexión que he dejado reflejado en el libro en forma de ocho sugerencias prácticas, para que quien lo desee comience a desconectar. Además hago una reflexión sobre diferentes aspectos de esta tecnología. Hablo de cómo nos roba tiempo, conciencia, imaginación, descanso o como afecta nuestras mentes. También de la mochila social y ecológica que un ‘smarphone’ lleva a cuestas. Otro capítulo trata del control que hay sobre los perfiles de la gente, cómo recopilan datos sobre nosotros. Y así desgrano capítulo a capítulo como nos afecta esta tecnología en distintos aspectos. Es un trabajo de recopilación de tres años. La segunda edición es la definitiva porque he terminado de recopilar toda la documentación y he dicho todo lo que creo que había que decir sobre este tema. Recojo testimonios de personas que han trabajado en Silicon Valley y se arrepienten de aquello que han contribuido a generar, como el creador del botón ‘me gusta’ de Facebook o el desarrollador del mecanismo ‘pull to refresh’, que admiten que todo esto es un monstruo que se les ha escapado de las manos y ellos mismos en sus vidas personales están practicando un proceso de desconexión.
[Gracias a Ferran Rigat y a la Revista de Ripollet]