Llega a nosotros una carta alertándonos de un extraño suceso acontecido recientemente en la Biblioteca Nacional de Catalunya. Reproducimos su contenido íntegro a continuación.
«Es el caso que vengo a diario a la Biblioteca Nacional de Catalunya. Desde hace dos años paso de ocho a diez horas al día en mi mesa de investigación.
Entonces, -no puedo enfatizarlo lo suficiente- es el lamentable caso que cada día, religiosamente uno que otro lector o lectora irrumpe a hablar por teléfono desde su mesa, o caminando lentamente entre los libros, o a lo largo de los pasillos de las tres naves (pasándole en ocasiones por enfrente a los bibliotecarios) sin que ninguno de los que allí trabaja les amoneste.
A lo largo de estos años me he acercado a cada uno de los infractores a pedirles que por favor no hablasen allí, recibiendo como respuesta habitual el enfado por parte de quien telefoneaba. ¡Es el mundo invertido! ¡Se enfadan ellos por interrumpirles! Suele suceder que mientras voy a quejarme ante los bibliotecarios, el infractor ya ha acabado su conversación y todo queda ignorado. ¡Qué nefasto!
Lo siguiente ha sido dirigir la queja por escrito, esta vez a la directora misma de la Biblioteca de Catalunya, la Señora Eugènia Serra Aranda, quien a pesar de haber dado una breve y rápida respuesta automática a la queja, en la que más bien justifica el problema en lugar de confrontarlo, decide ignorar por completo los hechos, como barriendo el sucio bajo la alfombra.
Al cabo de varios meses, recibo una citación por parte de la Señora Serra Aranda, a la que acudo con la falsa ilusión de solventar el problema. Y cuál ha sido mi sorpresa al ver, una vez allí, que el asunto de la cita, no era otro sino amonestarme a mí mismo por llamarle repetidas veces la atención a los usuarios-infractores. Evidentemente, algunos de dichos individuos también manifiestan sus quejas por no poder hablar por teléfono en paz desde sus mesas de trabajo.
La directora en cuestión no se satisfizo sólo con llamarme la atención, sino que además me amenazó con la retirada del carnet, si fuese yo a quejarme de nuevo ante cualquier otro usuario, con el pretexto de que mis quejas representan un acoso para quien hace uso de sus teléfonos móviles en la biblioteca. ¡Increíble!
Aparentemente, los tiempos en los que no se hablaba en las bibliotecas, y en los que era de mal gusto hacerlo, han acabado y ahora se ha instaurado una pequeña barbarie, patrozinada por la biblioteca misma, sus bibliotecarios, y su directora actual.
En fin, ¿qué se puede hacer para combatir esta atrocidad? Yo apuesto por la destitución de la susodicha funcionaria y su relevo por otro director que tuviere mejor idea de la naturaleza de la institución que dirige.
¿Cómo rayos llega esta mentalidad a dirigir la Biblioteca Nacional? ¡Vaya merienda de primates!
Esperando reestablecer el sentido común,
Dr. Patillas Black i.p.»
Desde el equipo de SDLM no podemos sino compartir enérgicamente el motivo de la protesta de esta carta. Llegará muy pronto el día en que solo estará permitido el acceso a la ‘realidad’ a través de una pantalla táctil del tamaño de un bolsillo. Para conjurar semejante amenaza a la evolución humana, son necesarios muchos más gritos en el desierto como los del Sr. Patillas Black.
¡Salud mental para todos!
Para acceder al documento original:
BARBARIE suelta en la Biblioteca Nacional de Catalunya
Surrealista. Increíble.
Me gustaMe gusta