Desde la presente plataforma, venimos abordando el problema de la adicción a las pantallas táctiles desde un punto de vista psicológico y social. Sin embargo, creemos necesario hacer también una sucinta referencia al aspecto sanitario del phubbing.
La implementación masiva de aparatos eléctricos y electrónicos en los hogares, desde la Década Dorada del Consumo (años cincuenta del siglo XX) hasta nuestros días, unida al meteórico desarrollo de los sistemas y tecnologías de telecomunicación, han saturado nuestro entorno cotidiano de campos electromagnéticos (en adelante, CEM). En el exterior, podríamos señalar como principales fuentes artificiales de radiofrecuencias los receptores de radio y televisión, las redes del tendido eléctrico y las estaciones base de telefonía móvil (antenas colocadas en fachadas y azoteas de los edificios). Por su parte, entre las fuentes domésticas de radiaciones encontramos los hornos microondas, teléfonos móviles, dispositivos de alarma antirrobo, contadores de la luz electrónicos, routers Wifi, televisores, ordenadores portátiles y de sobremesa, si bien todo electrodoméstico conectado a una fuente eléctrica genera durante su funcionamiento campos electromagnéticos de variable intensidad. Las protagonistas de nuestra preocupación, sin embargo, vuelven a ser las pantallas táctiles de bolsillo (tablets y smartphones), y esto es así por dos razones evidentes: son dispositivos que se utilizan materialmente pegados al cuerpo y a la cabeza; y a diferencia del resto de aparatos estamos conectados a ellos permanentemente, llevándolos encima a todas partes, las veinticuatro horas del día.
Al no existir una unificación de criterios a nivel internacional respecto a la contaminación electromagnética, este campo se ha convertido en un auténtico reino de taifas donde cada parte esgrime sus ‘pruebas’ y ‘argumentos’ en contra de su oponente. Como bien señala la OMS, la falta de datos referentes al uso del móvil por periodos superiores a 15 años es un factor que juega en nuestra contra. La telefonía móvil y sus derivados son tecnologías de muy reciente implantación en términos históricos, por lo que deberíamos extremar las precauciones respecto a su uso indiscriminado hasta que seamos capaces de determinar sin género de duda sus efectos reales sobre la salud.
Frente a las dudas y a la vista de todos los indicios disponibles, desde aquí no podemos sino atenernos al llamado ‘principio de precaución’ y proponer un decálogo de recomendaciones para reducir la exposición a los CEM, como parte de un proceso integral de desintoxicación física, mental y social que nos ayude a liberarnos del influjo esclavizante de la Máquina. Las siguientes sugerencias están adaptadas de un documento de buenas prácticas publicado por el Colegio Oficial de Médicos de Barcelona [Quaderns de la Bona Praxi: «el medi ambient i la salut», p. 26. Col•legi Oficial de Metges de Barcelona (Septiembre 2012)]:
1. Sustituir las redes Wifi por cables de fibra óptica para los equipos domésticos.
2. Desconectar la función Wifi de los dispositivos portátiles (smartphones, tablets, etc.) cuando se salga al exterior o no se haga uso de ellos.
3. Evitar el uso de la tecnología Bluetooth.
4. Utilizar los teléfonos móviles e inalámbricos lo menos posible, recurriendo a líneas fijas de cable siempre que sea posible.
5. No utilizar nunca el móvil como despertador dentro del dormitorio. En su lugar, colocar un despertador de sobremesa.
6. Apagar todos los móviles y dispositivos portátiles durante las noches.
7. No acercar el móvil al oído hasta que se haya establecido la comunicación, ya que en el momento de marcar los tonos de llamada las emisiones electromagnéticas son más intensas.
8. Por la misma razón, evitar el uso de dispositivos (voz y datos) cuando haya poca cobertura: pasos subterráneos, trayectos en metro, áreas distantes a cielo abierto, zonas ciegas en habitaciones y edificios…
9. Separar el dispositivo de la cabeza a una distancia mínima de 1.5 cm. Emplear auriculares, función altavoz o ‘manos libres’ durante las conversaciones.
10. No llevar los dispositivos en el bolsillo del pantalón.
11. No colocar el móvil siempre en el mismo lado de la cabeza.
Citamos por último una recomendación general publicada en 2001 por el Ministerio de Sanidad y Consumo, inusitadamente oportuna en nuestros días: «Promover un uso racional de los teléfonos móviles, particularmente en grupos de especial atención (niños, adolescentes, [mujeres gestantes] o portadores de implantes activos, entre otros) con objeto de reducir exposiciones innecesarias a los CEM» .
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Texto extractado del libro Sal de la Máquina. En el Apéndice I de la citada obra, titulado «Algunas consideraciones sobre las radiaciones electromagnéticas y cómo reducir su impacto sobre la salud», se aportan informaciones detalladas y documentos de alto interés sobre los campos electromagnéticos y sus posibles efectos sobre la salud humana.