Continuamos con la serie de propuestas de desconexión para salir de la Máquina.
Lo hemos comprobado reiteradamente: compartir con otras personas las dudas, esfuerzos y logros que jalonarán nuestro camino hacia la desconexión resulta mucho más fructífero y motivador que hacerlo en solitario. Quizás la tendencia general, en un contexto dominado por el culto a la Máquina, sea la de señalar como excéntricos, antisociales o ambiguos a quienes deciden mantener una sana distancia con las pantallas. Sin embargo -y la experiencia nos permite dar fe de ello- ese muro aparentemente infranqueable de consenso en torno a las virtudes de lo digital, tiene muchas más grietas y resquicios de los que pueden apreciarse a simple vista. Si queremos inspirar cambios, debemos manifestarnos con franqueza y explicar sin miedo nuestras acciones y puntos de vista. En numerosas ocasiones encontraremos interlocutores receptivos a nuestro discurso y dispuestos -cuando no deseosos- a cuestionar los dogmas tecnológicos imperantes. Todo proceso de generación de transformaciones colectivas comienza así: con una inspiración directa de individuo a individuo, transmitiéndose la influencia de mayor a menor proximidad ideológica, como las ondas concéntricas en la superficie del agua. De este modo, es posible que alcancemos algún día a la conciencia de la gran masa social.
Mientras tanto, se trata de tender lazos y crear pequeños grupos de afinidad dentro de los cuales poder compartir libremente ideas, experiencias y gestos de apoyo mutuo en nuestra particular batalla por escapar de los engranajes de la Máquina.
Puedes leer testimonios reales de desconectados aquí: