Lo hemos comprobado reiteradamente: compartir con otras personas las dudas, esfuerzos y logros que jalonarán nuestro camino hacia la desconexión resulta mucho más fructífero y motivador que hacerlo en solitario. Si no nos atrevemos a alzar la voz, nunca entablaremos contacto entre nosotros ni lograremos aunar fuerzas para cuestionar el discurso dominante.
Hace poco Cecilia, una psicóloga sevillana que se encuentra en pleno proceso de desintoxicación digital, nos hacía notar lo siguiente:
He visto vídeos de Sal de la Máquina y he leído el blog: en el blog echo de menos testimonios de quienes han desconectado, de personas de a pie, creo que nos ayudaría a quienes iniciamos el proceso.
Su sugerencia nos pareció muy interesante y hemos decidido incorporarla a los contenidos de esta web. A partir de hoy dejamos pues abierta una sección de testimonios para todas aquellas personas que deseen compartir sus experiencias, o leer las de otros que ya han conseguido salir de la Máquina. Si tienes algo que contar, puedes usarnos como altavoz: salirdelamaquina@gmail.com
Gracias Cecilia por la inspiración. Os dejamos sin más con su testimonio:
«Escribo aquí porque he tomado la decisión de desconectarme lo máximo posible de las redes sociales. Tenía dos móviles, uno personal y otro laboral, tuve que llegar a ese punto porque a través de las redes sociales en el trabajo no me respetaban horarios, y así al menos podía desconectar laboralmente. Pero igualmente me he saturado. Hace dos días tomé la decisión de en mi móvil personal desinstalar toda aplicación excepto la de fotografía para uso personal y lectura, pues son mis hobbies, y también he desactivado mi cuenta personal de Facebook.
Quizá escribo por sentir que necesito estar en línea de pensamiento con alguien. Es paradójico porque en mi trabajo he ayudado a personas adictas a nuevas tecnologías. A veces en mi propio trabajo veo que personas me relatan conversaciones duras a través de audios, o escritos por WhatsApp o Facebook, con todo lo que pierde la comunicación a través de esas vías, aunque lo peor es cuando yo he caído en ello alguna vez.
Recuerdo cuando dejé de fumar de manera social, muy difícil, pero si se quiere se puede: llevo 8 años sin fumar y ni siquiera me apetece. Pero quizá la desconexión del mundo virtual sea lo que más me cueste, primero porque llevo desde los 15 años conectada de una u otra forma (tengo 36), y segundo porque actualmente todo el mundo está hiperconectado y parece que te van a condenar al ostracismo si no tienes WhatsApp. Una de mis amigas más íntimas se mostraba más preocupada que yo por mi desconexión. Quizá he sido radical, no lo sé, pero lo necesitaba. Es la primera vez que tengo la certeza de que quiero hacerlo e incluso lo necesito y fantaseo con estar un año desconectada. He sido dependiente de las devoluciones y el reconocimiento, de estar hiperinformada, de no saber esperar ni siquiera para contar un acontecimiento, de no centrarme realmente en mí, ni siquiera tenía tiempo para la lectura, y aunque siempre he salido adelante creo que trabajaré mejor estando más centrada en la realidad de lo que es la vida y valoraré más lo que ésta me ofrece de cerca. En fin, creo que soy adicta, de alguna manera, a las redes sociales, internet y las nuevas tecnologías, no a un nivel enfermizo pero lo suficiente para plantearme cosas, la pena es no poder desconectar todo lo que me gustaría de ellas en el entorno laboral, aunque me planteo cosas para el curso que viene y así reducir su uso. Entiendo que no hay por qué rechazar plenamente ésto, pero hay que centrarse en darles un uso limitado y adecuado.
En fin, sólo quería agradecer la luz que ofrece Sal de la Máquina para esto.
Ceci».