Continuamos con la serie de propuestas de desconexión para salir de la Máquina.
A lo largo de las muchas presentaciones, entrevistas y conversaciones mantenidas a raíz de la publicación del libro, nos hemos topado frecuentemente con un escollo en apariencia difícil de superar. Profesionales del periodismo, psicólogas, libreros, autónomos, gente del mundo editorial… todos ellos nos planteaban la misma cuestión: «¿Y yo cómo puedo desconectar? En mi profesión es imposible trabajar sin móvil…». No entraremos a discutir el fondo de este espinoso asunto, pero es probable que parte de la solución se encuentre implícita en la propia pregunta.
Existe en efecto la opción de utilizar el dispositivo para asuntos estrictamente prácticos de trabajo -preferiblemente en franjas horarias claramente delimitadas- y paralelamente a ello plantearse una desconexión parcial o total en el ámbito de la vida personal. En este caso disponer de dos móviles -cada uno con un número de línea diferente- puede terminar resultando más beneficioso que perjudicial, ya que nos ayudará a separar nítidamente el uso profesional del personal, permitiéndonos utilizar el móvil privado como instrumento de prácticas para la desconexión. Es en este dispositivo donde podemos probar a desactivar notificaciones, borrar aplicaciones, desconectar el flujo de datos…
Los más audaces tal vez se atrevan a dar el salto cuántico que supone sustituir su smartphone de última generación por uno de esos diminutos móviles 2G, con teclado de botones, que muchos de nosotros guardamos todavía en alguna parte. De esta forma, el trabajo ya no será un obstáculo ni una excusa creíble para desligarnos de la Máquina.
Extraído del libro Sal de la Máquina.