Para mí siempre ha sido complejo el tema de la desconexión. He pasado por dos etapas en relación a esto. En un primer momento alternaba meses de alta en ciertos servicios como Facebook o WhatsApp con momentos de rebeldía en que los dejaba de usar. Eran mis años de estudiante de psicología en que ya me di cuenta de cómo ciertos compañeros de profesión utilizaban el conocimiento en aprendizaje, procesos psicológicos básicos, personalidad, neurología y psicología social para el beneficio empresarial. Eran años en que empezó a ponerse de moda la “programación neurolingüística”. En mi opinión todo esto sólo reflejaba la falta de moralidad de empleados que simplemente querían ganar dinero. No obstante era difícil desconectarme puesto que no somos entes aislados de nuestro entorno social. Siempre acababa sintiéndome aislado o falto de recursos. (¿Cuántas veces vamos a realizar tareas administrativas y nos dicen lo típico de “debe ir usted a nuestra página web para solicitar cita o registrar sus documentos»?).
Posteriormente conseguí desconectarme sin demasiados problemas. Especialmente me pareció algo doloroso decir adiós a Facebook y ciertos servicios donde mantenía contacto con personas especiales que conocí mientras viajaba. Aunque tomé la decisión de decir adiós a aquellas maravillosas personas (ejercicio que no todo el mundo parece capaz de hacer en la actualidad). No obstante, ahora vivo en el extranjero y necesito de servicios de videollamada y mensajería para mantenerme en contacto con mi círculo cercano. Lo cual, bien pensado y organizado, no supone demasiados problemas. El problema llega en el ámbito profesional. Trabajo como estudiante de doctorado y hace tiempo que pienso en que mi futuro no estará en el ámbito académico dado que los niveles de estrés y adicción a “la máquina” son tremendos. En un lugar asiático como Taiwan uno se da cuenta de lo difícil que les resulta pensar calmada y profundamente sobre temas si no les acompaña una tarea concreta que realizar con un dispositivo electrónico. Si hay alguna comunidad necesitada de [desconexión] es la taiwanesa, que ha dejado hace tiempo de vivir un sólo día sin algún divertimento electrónico conectado a la red.
Antonio (Taipei)
Más testimonios de ex-conectados, aquí.