«El cine es menos fuerte que la literatura. Impide que uno imagine lo que quiere; impone la imagen y el ritmo. En una novela uno lo decide todo: imagen y ritmo al que lee. Es una ventaja enorme. Creo que todo el mundo ama leer pero algunos no lo saben aún. Cuando uno lee una novela, lo que sucede en su interior es algo muy fuerte. Le acerca a su capacidad como creador. Vivimos en un mundo en que nos olvidamos de ese potencial porque ya no conocemos el aburrimiento. Tengo amigos con hijos de seis y ocho años que, cuando viajan en coche, instalan pantallas atrás para que los críos vean una película y se distraigan. Así no se aburren, pero tampoco miran por la ventana ni echan a volar la imaginación. El aburrimiento es el principio de la creación. Y con los móviles y tabletas nos pasa lo mismo a los mayores. Si esperamos a alguien en una terraza y nos avisa de que llegará tarde, enseguida cogemos el móvil y nos ponemos a mirar el correo o a leer lo que sea. Así perdemos unos minutos impagables para observar, imaginar y reflexionar«.
(La Vanguardia, 19 de junio de 2018)